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Preámbulo
Esta capa junto
con la quinta (la voluntad divina) y la séptima (conocimiento divino) corresponden
al plano de nuestra Personalidad Superior o Yo superior. En artículo anterior a éste, abordamos la quinta
capa o patrón etéreo (la primera del Yo Superior). Corresponde ahora dedicarnos
al cuerpo celestial.
El amor divino o
cuerpo celestial se identifica con las emociones pero en un plano elevado, porque es la capa del campo energético humano
(CEH) mediante la cual somos capaces de experimentar el éxtasis espiritual, ese
estado, mediante el cual nos alejamos del “maya”; es decir, del mundo ilusorio
donde vivimos día a día, un mundo matizado por un materialismo acentuadamente superfluo,
gaseoso, banal y por supuesto eliminar de nuestros repertorio personal conductas
asociadas al “maya” : la exacerbada individualidad, el egocentrismo, la vanidad,
el apego a las cosas materiales, a los
cargos, a lo utilitario y, de otros comportamientos
que nos caracterizan en este lugar terreno signado por una feroz competencia por llegar
a ser “alguien” reconocido y de prestigio. Al desprenderte de ese artificioso mundo
¡sorpresa! observarás el mundo real, el de la belleza, el del verdadero
bienestar.
Dios está en
nuestro corazón
El amor divino, lo tenemos al alcance de
nuestra mano “… no está muy lejos, en realidad, no más lejos que el propio
corazón del hombre, y tan cerca como la vida que sustenta sus días y sus
noches. Si el hombre lo siente muy lejos es por mera ilusión…” ( Brunton, 1994,
p. 286).
De hecho, el corazón simboliza la vida y el amor que sentimos, porque si el corazón no late no hay vida y, aún con vida y con un corazón latiendo, pero frío como el hielo o duro como una piedra, tampoco tenemos corazón y por tanto, tampoco tenemos vida.
De hecho, el corazón simboliza la vida y el amor que sentimos, porque si el corazón no late no hay vida y, aún con vida y con un corazón latiendo, pero frío como el hielo o duro como una piedra, tampoco tenemos corazón y por tanto, tampoco tenemos vida.
El amor divino lo podemos experimentar con
asuntos tan aparentemente triviales como por ejemplo: escuchar una hermosa
música u observar la belleza de un amanecer. Pero también se siente con actos
de verdadero amor incondicional hacia uno mismo y hacia los demás. Porque en el
fondo se trata de aceptar que todos somos de una misma hechura de Dios, somos
simples seres humano.
Para los que somos católicos, la simbología
de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, lleva explícita la certeza que Dios
está en nuestros corazón…” En todo corazón humano se dice que se guardan los
sentimientos del amor y precisamente, el Corazón de Jesús es el símbolo de este
amor infinito que Él tiene por nosotros…”
(La verdad Católica, 2013) amor que se nos dona en la eucaristía, pero
no para que nos lo quedemos sino para que lo compartamos. Pero no puedes dar algo que tu no tienes, de forma que debes experimentarlo primero.
¿Cómo acceder al sexto nivel?
Al experimentar el amor divino nos transportamos hacia un estado de bienestar, de plenitud, de gozo, cuya intensidad no es posible expresar con palabras. Ciertamente lo pensamos, pero a la vez lo sentimos, ahí, en nuestro centro cordial, nuestro maravilloso corazón, ese sagrado espacio que es donde se manifiesta el sentirse “uno con Dios”.
Al experimentar el amor divino nos transportamos hacia un estado de bienestar, de plenitud, de gozo, cuya intensidad no es posible expresar con palabras. Ciertamente lo pensamos, pero a la vez lo sentimos, ahí, en nuestro centro cordial, nuestro maravilloso corazón, ese sagrado espacio que es donde se manifiesta el sentirse “uno con Dios”.
En este nivel del amor divino tenemos la necesidad
de alcanzar el éxtasis o embeleso espiritual. Suena complicado, pero no lo es. A
lo mejor lo has experimentados muchas veces y no te has dado cuenta. Las
verdades que encontraremos son tan de sentido común que nos preguntaremos ¿¡cielos!,
pero qué he estado haciendo hasta hoy?
Hay varias maneras de alcanzar ese estado
La más sencilla es abandonarse a las hermosas
cosas que hay en la naturaleza. Los maravillosos colores de una puesta o un
ocaso del sol, el sonido de las olas o de un arrollo, el canto de los pájaros, entre
otras muchas maravillas que vemos, pero no miramos. Para esto basta con ponerse
en contacto con la naturaleza tantas veces como queramos (o podamos) y aislarse
simbióticamente junto con ella.
Otra forma es mediante la música, pero no se
trata de la que compartimos en una bulliciosa y ruidosa fiesta, no, ésta evidentemente
nos alegra, recrea, relaja, pero indudablemente no te llevara jamás a ese
estado de paz y alegría interior del que hablamos. Así que decanta un lugar y
elige, si es tu caso, esa música que te deleita hasta ponerte a volar,
abandónate con esa sensación indescriptible de bienestar, de amor, de belleza
interior.
Por último, puedes practicar la meditación como un medio para nutrirte espiritualmente y
ver e identificar partes de las no te habías percatado, descubrirás un mundo
nuevo, experimentarás al decir de Bernnan (1994) el "holograma universal”. Por
supuesto hay variadas formas de realizar meditación, asunto imposible de abordar
en las cortas línea de este artículo. Te recomiendo que busques grupos que se reúnen
para meditar, compra libros de autores expertos en esta temática, interésate y
practica.
Atrévete a entrar en ese mundo de la
meditación, al final descubrirás que en ti hay un ser maravilloso, capaz de amar y amarse incondicionalmente.
Namasté
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Referencias
Bibliográficas
La Verdad Católica (2013). Conozcamos nuestra fe católica: (59) el
Sagrado Corazón de Jesús. Consultado en julio del 2013 de sitio Web: http://www.laverdadcatolica.org/F59.htm
Brunton, P (1994) La sabiduría
del Yo Superior. Edt. Kier:Buenos Aires:
Brennann B (1994). Hágase la luz:
manos que curan 2. Libergraff s.a.: España
Las imágenes fuero bajadas de:
http://merche-rincndelsilencio.blogspot.com/2013/05/blog-post_7083.html